Producción: Mara Pedrazzoli

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Con la gente adentro

Por Juan Garriga (*)

La elección de Sergio Massa como candidato de consenso dentro de Unión por la Patria parece haber traído algo de tranquilidad al gobierno, por lo menos en el aspecto económico. Las negociaciones con el FMI aparecen como una garantía de la estabilidad cambiaria y de esta manera, la inflación parece haberse estabilizado (aunque en un nivel muy alto).

Pero más allá de esta paz que garantiza el final del mandato presidencial, Unión por todos tiene que pensar en un escenario post elecciones, y cuáles van a ser los principales desafíos en el caso de ser gobierno. Y el principal desafío es sin duda atacar el problema de la inflación, que supera los 3 dígitos medida anualmente, y seguramente así se mantenga hasta fin de año.

Desde la oposición las posturas parecen ser bastante claras, para combatir la inflación, hay que realizar un brutal ajuste. Desde Juntos por el Cambio, se pone el foco en el orden fiscal y monetario, cuando sabemos que eso implica ajuste que termina afectando a los que menos tienen, y teniendo poco efecto, tal como sucedió en 2017 cuando Macri anunció la emisión 0, pero la inflación terminó alcanzando el 25 por ciento en 2017, y casi duplicándose en 2018. Desde el sector libertario esgrimen una propuesta de dolarización que no tienen bien en claro cómo llevar a cabo, y ni siquiera sus propios economistas terminan de defender.

Este tipo de propuestas quedan descartadas para un futuro gobierno de Unión por la Patria, no sólo por las pocas posibilidades de tener éxito con este tipo de programas, si no por el mandato popular que tendría el nuevo gobierno, respaldado por una sociedad que entiendo que volver a las recetas neoliberales nunca es la opción.

Lo que sí está claro, y parece tener consenso desde todos los sectores del oficialismo, es que un plan de estabilización es necesario. Aún en una economía que pueda crecer, en la que haya distribución y en la que se conquisten derechos, nadie se aguanta una inflación de 3 dígitos, y esto a la larga termina generando una tensión con el electorado.

Uno de los planes que empiezan a aparecer, sostenido por parte del empresariado, pero que también empieza a hacer eco en algunos sectores de Unión por la Patria, es un plan de shock: devaluación inicial para tener un tipo de cambio que desaliente importaciones, reducción de los subsidios que efectivamente impactará en una suba de tarifas de los servicios. Para compensar estas medidas, un aumento en las retenciones que compense el efecto devaluatorio en el aumento del precio de la comida, un aumento de sueldos que compense el alta de las tarifas.

Una vez realizado este primer shock, buscar un acuerdo de precios en una economía ahora si más ordenada, con un tipo de cambio competitivo, un Estado más balanceado (menos subsidios y más retenciones), y un mayor poder adquisitivo del salario producto del aumento de sueldo.

Sin embargo, este plan tiene algunos detractores dentro del oficialismo que plantean una serie de inconvenientes. En primer lugar, en una economía donde el trabajo informal está creciendo, no se puede confiar en que un acuerdo de salarios formales pueda sostener el nivel adquisitivo, dado que es difícil que eso se replique en canales informales. Por otro lado, la inercia inflacionaria complica un acuerdo de precios sostenible en el tiempo. Es difícil lograr un consenso en el que el empresariado no remarque los precios, luego de una devaluación, sobre todo en un contexto de inflación de 3 dígitos.

¿Qué solución proponen ante estas interrogantes? Para vencer la inercia inflacionaria, una devaluación no es la mejor herramienta. Un férreo control de precios durante un periodo determinado, que haga bajar la inflación, es una medida menos popular, pero más efectiva. Una vez que los precios se acomoden, y romper la inercia inflacionaria, si es posible un acuerdo de precios, indexados a la inflación de los primeros meses.

(*) Economista del Departamento de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación.

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Camino a un programa

Por Martín Epstein (**)

Dentro de los lineamientos fundacionales de Unión por la Patria se encuentran el crecimiento económico con inclusión y el desarrollo con el objetivo de garantizar soberanía y protección de los recursos naturales como motor del trabajo. Además, la visión de una industria nacional potente y complementaria con inversión en ciencia y tecnología. Finalmente, la firme oposición a las políticas de ajuste, endeudamiento y polarización de la economía, de la mano de los mismos referentes políticos que participaron de los gobiernos de De la Rúa y Macri.

La confirmación de la precandidatura presidencial de Sergio Massa junto a Agustín Rossi dentro de Unión por la Patria, dio un primer cierre a un largo período de debate interno en que dos ejes parecían correr en paralelo: de un lado, la búsqueda de unidad tras candidaturas consensuadas o el camino a una interna en el marco de las PASO, por el otro, el reclamo en múltiples oportunidades expresado por la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner de trabajar sobre la base de un programa económico y social que actúe al mismo tiempo como ordenador hacia dentro del espacio y como plataforma para una sociedad disconforme con la gestión actual del gobierno en términos de resultados.

Si bien UxP tendrá finalmente disputa dentro de las primarias, la candidatura de Massa cambió la dinámica que se vislumbraba horas antes del cierre de listas: a la declinación de las candidaturas de Waldo de Pedro y Daniel Scioli le siguió el resurgimiento de la de Juan Grabois como expresión del descontento de un sector de la coalición oficial. Sin embargo, merece la pena pensar si este contrapunto significa efectivamente la disputa de proyectos económicos o, dicho de otro modo, qué grado de coincidencias se podría encontrar en pos de un programa que sintetice una propuesta de unidad. Para eso, comparar la propuesta de Unión por la Patria con expresiones de los ahora dos precandidatos podrían ayudar a orientar algunas reflexiones.

Aparecen entonces dos debates fundamentales para poder orientar un programa económico que intente revertir algunas de las tendencias negativas del ciclo reciente en un nuevo contexto que se abre en 2024.

1. La deuda con el FMI y la búsqueda de una salida política

Desde 2018 y con el retorno del Fondo, no hay forma de dejar fuera del análisis la centralidad de la deuda y los condicionamientos que el organismo imponen a la Argentina. Más aun, en los últimos 5 años la deuda con el fondo solo fue útil para garantizar la fuga de capitales en el gobierno macrista, impulsando una inercia inflacionaria que empeoró en el contexto de la Guerra de Ucrania y Rusia, además de la reciente sequía.

Más allá de divergencias de metodología, rompiendo con el programa (y el Fondo) o encontrando caminos de renegociación más favorables a la Argentina, las propuestas dentro del espacio oficialista en última instancia coinciden en la necesidad de resolver el problema con el fondo con una solución definitiva que en el mediano plazo saquen de la mesa de discusión los programas y recetas tradicionales del organismo. Encontrar puntos de contacto parece ser la tarea ya iniciada por sectores que confluyen en UxP.

2. La soberanía económica, con foco en recursos naturales

La guerra en Europa desato un problema para la Argentina, cuyo saldo negativo fueron los 5.000 millones de dólares extra de costo energético en una matriz deficitaria pero con posibilidad de reversión. La decisión de avanzar en tiempo récord con el gasoducto Néstor Kirchner, desoyendo los consejos del FMI, permitirá este año reducir significativamente ese déficit (incluso con posibilidad de equilibrio o superávit). Promover y sostener esta política impulsada por el actual gobierno es también un punto de acuerdo, tendiente a resolver no solo la demanda interna sino también por su potencial exportador (para 2024 se estima un saldo positivo cercano a los 4.000 millones de dólares).

En paralelo, el avance de proyectos de procesamiento de litio, considerando el potencial que el país tiene con uno de los yacimientos más grandes del mundo, abre un debate más profundo: cómo lograr avanzar en procesos de industrialización que incrementen el valor agregado rompiendo con tendencia a la primarización. Probablemente en este punto cobre centralidad la necesidad de un amplio consenso dentro de UxP, ya que sin ese rumbo será complejo plantear un nuevo marco normativo que de lugar a la mirada integradora de un proyecto nacional que sea aceptado y acompañado por las provincias mineras.

Pese a tensiones lógicas en un espacio diverso, en la búsqueda de un programa económico de amplio acuerdo está la posibilidad de limar asperezas internas, potenciando a UxP con una propuesta económica clara que aborde las grandes discusiones de cara a la sociedad.

(**) politólogo y analista económico de CEPA.